Como
se ha ido explicando en otras entradas, transformar nuestra aula en un aula
cooperativa no es fácil ni algo que se haga de la noche a la mañana. Lo
primero que tenemos que ver es a qué dificultades nos enfrentamos y con que
herramientas y técnicas contamos para solucionarlas. Tal vez podamos
organizarlas en tres categorías: aquellas derivadas de la experiencia previa y
la resistencia de los alumnos, aquellas derivadas del hacer propio del profesor
(experiencia, motivación, formación y resistencia al cambio) y las
derivadas de las estructuras complejas en las que desarrollamos el proceso de
enseñanza aprendizaje (horarios, currículos, espacios físicos, recursos
disponibles).
RESISTENCIAS DE LOS ALUMNOS
RESISTENCIAS DE LOS ALUMNOS
Cuanto más mayores son los alumnos, más difícil es transformar su forma de aprender. Pero no es imposible. El profesor debe tener claro y estructurado el modelo en el que se trabajará en el aula: objetivos, acciones y herramientas. Con constancia y cierta flexibilidad se observa que el alumno se va adaptando poco a poco y finalmente un 90% de los alumnos en mis aulas, prefieren este enfoque al tradicional (si lo puedo llamar así). Es importante que el docente tenga claro el enfoque, sus criterios para el trabajo del día a día, para la evaluación del alumnado. La seguridad que nosotros les transmitimos en el aula facilita el cambio.
RESISTENCIA DE LOS PROFESORES
¿Qué puedo decir sobre las resistencias de algunos docentes que no se haya dicho ya? Somos un colectivo muy trabajador, muy dedicado a nuestros alumnos, pero con un cierto grado de resistencia al cambio y al trabajo en equipo. Personalmente disfruto cuando me encuentro con profesores que les gusta coordinarse con otros, llegar a puntos de consenso. El Aprendizaje Cooperativo necesita de profesores que trabajen de una manera cooperativa, aunque suene redundante. Difícilmente un profesor individualista o competitivo va a poder enseñar en un entorno cooperativo. ¡Ni aunque fuera por mandato legal! El cambio de enfoque hay que planteárselo de manera gradual: a partir de una formación mínima, gracias a la cual conocemos en que consiste este enfoque educativo, podemos comenzar a cambiar la dinámica del aula. Siempre recomiendo empezar poco a poco, probar nuevas estructuras en aquellos temas que más dominamos o que pueden ser más adaptables al cambio. Los siguientes pasos van surgiendo de manera natural porque el éxito en las primeras experiencias nos llevan a probar nuevos retos.
RESISTENCIAS DEL "ECOSISTEMA"
La escuela es un ecosistema tremendamente estático: las estructuras legales y administrativas que regulan el funcionamiento del sistema escolar lo encorsetan de tal manera que es muy difícil evolucionar y adaptarse a nuevas situaciones o nuevas demandas sin saltarse algún requerimiento legal. Los contenidos se tienen que adaptar en ciertos proyectos, las aulas deben ser físicamente más flexibles, para poder mover las mesas y trabajar de dos en dos, de tres en tres... los horarios deberían facilitar la coordinación entre los equipos. Esta es la realidad en la que se mueve la enseñanza, para que nos vamos a engañar.
Tal y como explican Ertmer y Simons en su artículo "Scaffolding Teachers' efforts to Implement PBL", es necesario dotar de andamiaje a los agentes implicados en estas metodologías activas, para poder tener éxito en el proceso de implementación.
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