Cuando estás enfrascada en las tareas del curso académico a veces te centras demasiado en el presente. Y un buen día, cuando miras atrás, te das cuenta de todo lo que ha cambiado tu práctica docente y las experiencias que has ido teniendo.
Mi relación con el Aprendizaje Cooperativo empezó hace más de diez años. Y como muchas cosas en la vida, fue por una casualidad. Me llamó la atención las posibilidades que ofrecía como herramienta de aula, para cambiar la manera de relacionarse los alumnos entre sí. Y también para realizar otro tipo de actividades, diferentes a lo de siempre: escuchar al profesor, realizar los ejercicios de la página X, o un mapa mental como algo ya "super creativo" y al final... el examen.
Como digo, empezó todo más como un cambio de pequeñas cosas de aula que como un gran proyecto de transformación. Pero, claro, ha pasado tanto tiempo, que al final he pasado por varias fases en mi relación con este enfoque educativo.
Fase 0 "¿Esto qué es? Me pica la curiosidad"
Es cuando me cuentan sobre el Aprendizaje Cooperativo, y me resulta una propuesta como poco curiosa. Indago, leo y asisto a alguna jornada formativa breve. Empiezo a conectar.
Fase 1 "¿Porqué yo no?"
Después de cierto tiempo indagando, conocí la experiencia de Pere Pujolàs, y pensé que esto que suena un poco raruno, puede ser para mí. Y me lanzo a probar las primeras actividades cooperativas en el aula. Sin demasiadas exigencias ni expectativas. Básicamente estructuras cooperativas simples, con grupos informales en la mayoría de los casos.
Fase 2 "Esto se empieza a quedar corto"
Cuando empiezas a enrollarte con el uso de técnicas de AC en el aula, es difícil retomar una instrucción directa pura y dura. Observando la participación creciente de los alumnos, sus interacciones durante las clases y en general la motivación de todos y todas, lo menos que podía hacer era tirar adelante. Y eso hice. Empecé a liarme con estructuras complejas tipo Puzzle de Aaronson, Rincones y algún pequeño proyecto llevado adelante con los equipos de trabajo. No sabía que me acercaba al ABP.
Fase 3 "Decididamente esto se queda corto"
Llegó un punto que todas mis clases se estructuraban en torno a actividades cooperativas, más o menos sencillas, combinadas con pequeñas instrucciones directas. Mi papel conductor estaba en retroceso, pero veía que necesitaba algo más para reforzar el papel de los alumnos y alumnas. Que solo con el trabajo en equipos cooperativos, no avanzaba hacia el tipo de aprendizaje que buscaba para mis alumnos. Empecé formación, lecturas de ABP, AxS, ... y una cosa muy positiva: comenzaron mis primeras actividades compartidas con otros profesores. Empezaba a salir de mi pequeña burbuja y dinamizamos las primeras actividades bajo criterios de AC en mi ciclo formativo.
Y después de cinco o seis curso de experiencias diversas entré en la Fase 4.
Fase 4 "Poniendo cada pieza del puzzle en su sitio"
Al mejorar mi formación en AbP pude encajar mucho mejor las piezas de mi aula. El cooperativo sería el sustrato que me ayuda a sujetar, fortalecer y alimentar el aprendizaje. Y ¿Cómo guiaría este aprendizaje? a través (principalmente) de proyectos o más bien del AbP. Al potenciar los valores del aprendizaje cooperativo, lo que conseguí es mayor interacción entre iguales, mayor motivación y participación y un aprendizaje entre pares de mayor calidad. Ahora solo me quedaba organizar la secuencia didáctica para que todo fluyera con una narrativa que captara la atención de mis alumnos a la vez que les facilitara el logro de esas competencias que perseguimos en la FP.
Fase 5 "Y aquí estoy"
Pues eso. Aquí estoy y así me encuentro. Convencida que los alumnos y alumnas no pueden trabajar conjuntamente en un proyecto si no están formados en cómo trabajar en equipo. El AC facilita a los alumnos el aprendizaje entre iguales, genera un clima de confianza y colaboración, potencia la interacción, mejora las competencias en comunicación de los estudiantes, aumenta el sentido de pertenencia al grupo y la responsabilidad, provoca un aprendizaje memorable... que más os puedo contar yo, si es que soy una convencida del AC. El reto al que me enfrento con la situación de emergencia que estamos viviendo, es poder trasladar los principio del AC a un entorno de aprendizaje a distancia.
Ahora ya llevo un par de años, estructurando mis programaciones didácticas en torno a los ABP, con sus momentos de instrucción directa, pero sobre todo en un entorno de Aprendizaje Cooperativo. Y cuanta mayor interacción implican estos proyectos, más motivados y participativos están mis alumnos. Lo que tengo claro es que me es imposible retroceder en mis pasos. No puedo volver a trabajar en el aula de una manera dirigida, sin hacer partícipes a los alumnos, ni seguir el formato tan individualista: libro-pizarra-cuaderno.
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